El arte de crear el producto mínimo viable

El arte de crear el Producto Mínimo Viable

Con las ideas claras en mente y el Ikigai en su máximo nivel, llegó el momento de actuar y poner en marcha este proyecto. Con algunos ahorros que tenía, decidí comprar dos pequeños hornos que serían de gran ayuda para desarrollar los snacks: uno de aire caliente y otro de convección, ambos pequeños, prácticos y perfectos para usar en el apartamento.

La misión era clara: desarrollar snacks listos para consumir, hechos con materia prima diferente a las tradicionales como la papa R12, la yuca y el plátano. En Colombia tenemos tantos vegetales increíbles que no sabía por dónde empezar, así que me lancé a experimentar con varios de ellos: nabos, calabacín, pepinos, zucchini, zapallo, cebolla, tomate, zanahoria, remolacha… ¡la lista era interminable!

Sabía también que estos vegetales debían acompañarse de algo más familiar para los paladares, como la papa. Por eso inicié pruebas con papa criolla, arracacha y, en medio de estos experimentos, recordé un tubérculo que mi papá me había presentado años atrás: el yacón.

En el solar de la casa de mis padres, mi papá siempre tenía plantas, arbustos e incluso arbolitos, y una de las plantas que pasó por allí fue el yacón. Él lo cosechaba y preparaba un jugo súper dulce y delicioso. Eso sí, había que tomarlo rápido, porque si no, el jugo se oxidaba y perdía su atractivo. Recordando el sabor dulce del yacón y algunas propiedades que mi papá me había enseñado, decidí incluirlo también en la etapa experimental.

Durante varios meses hice pruebas, combiné ingredientes, ajusté procesos y, poco a poco, llegué a 10 posibles snacks. Algunos eran mezclas, otros iban solos, pero todos compartían algo: no eran los típicos snacks llenos de sodio, potenciadores de sabor y conservantes. Estos eran snacks diferentes, pensados para quienes valoran lo natural y saludable. Eran un producto diseñado no solo para disfrutar en el presente, sino para cuidar la salud en el futuro.

Y fue de esta idea que nació el nombre de la empresa: Smart Snacks.

Una vez tuve el producto mínimo viable, me dediqué a evaluar el tema de los empaques y a observar cómo se comportaban los snacks con el tiempo. Después, llegó la hora de recibir retroalimentación inicial. Hice validaciones con un panel de consumidores potenciales: familiares, amigos, vecinos y conocidos. De estas encuestas y catas, seleccionamos seis referencias de las diez iniciales.

En ese tiempo, me vinculé con la Cámara de Comercio de Bogotá y recorrí su Ruta de Emprendimiento, donde aprendí conceptos clave sobre administración. Por estar en esos cursos, tuve la oportunidad de participar en la Feria de Jóvenes Innovadores, donde seleccionaron nuestro proyecto como uno de los 240 emprendimientos más innovadores de la región.

Esta feria, realizada en 2018 (a 20 días de que naciera mi pequeño Martín), fue el escenario perfecto para validar los snacks y recibir retroalimentación de personas externas. Aunque en esa época el mercado de productos saludables era pequeño y los hábitos de consumo no estaban de moda como hoy 2024 donde la tendencia de consumo indica que hay un incremento del 9% en snacks saludables, la experiencia fue increíble. De esa retroalimentación, finalmente salieron nuestros primeros cuatro snacks, los cuales representaron esta marca por mas de un año.

Salir al mercado no garantizaba el éxito, pero optimizar los recursos a mi alrededor me permitió ahorrar algo de dinero y estar lista para pivotear rápidamente si era necesario. (Esto se los contaré en la próxima entrada).

Como dijo Voltaire, un filósofo francés: «No permitas que lo perfecto arruine lo bueno». El perfeccionismo extremo muchas veces nos impide avanzar y lanzarnos al mundo. Claro, hay que tener algo realmente bueno para competir y no morir en el intento, pero lo importante es empezar.

Si ya tienes algo en mente, ¡es hora de lanzarlo! Aquí estamos para apoyarte.

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